lunes, 25 de mayo de 2009

El día que quiero olvidar

Una y otra vez, una y otra vez... esa imagen jamás va adesaparecer de mis recuerdos. Cómo pude ser tan débil. Cómo pude permitir que todo haya sucedido de esa manera. Si apenas llegaba, ese rostro marcado por el tiempo pero, inocente, puro, ingenuo. Su sonrisa aún iluminaba el lugar a pesar de estar cayéndose a pedazos. Siento espanto cuando recuerdo esos momentos. Mi madre ya cojeaba por los intensos dolores que sentía. Ella, bella y elegante salió llevando en sus manos una enorme maleta donde pudo guardar los pocos recuerdos físicos que ilusamente pensó, la acompañarían hasta el final de sus días. Mi hermana, con los ojos desorbitados, enrojecidos de tanto llorar, caminaba como zombi por toda la casa diciendo, por ahí, no por allá, ahí vienen, me quieren llevar con ellos... Nó pude ver nada, sólo manchas de humedad y pintura carcomida por ésta, que habían aparecido por toda la casa como fruto de las intensas lluvias y el material viejo con que había sido contruida la casa. Aún así, corrí a sacar lo poco que pude sostener en mis manos (lástima que el álbum grande de fotos haya estado en el cuarto al final del pasillo, no tuve tiempo de llevarlo conmigo). Pasé una última vez por la sala, recordé a mi padre y a mi abuelo sentados en esos viejos sillones, conversando un domingo, una tarde tranquila, un día como cualquier otro, sin imaginar que algún día todo desaparecería...
Fui el último en salir de la casa. Una lágrima quiso marcar su curso por mi rostro pero lo impedí. Subí al auto y manejé sin rumbo conocido. Las tres mujeres que me acompañaban enmudecieron durante el resto del día.